Cada tarde, Joana se sienta en la puerta de su casa y espera en silencio que llegue su gorrión. Lo llama con la mente, siempre con miedo a no verlo nunca más y al mismo tiempo la esperanza de que vuelva. Es un gorrión único, con las plumas un poco revueltas y una pequeña mancha en forma de lágrima sobre la cabeza. Tímido, no se deja tocar. ¿Qué haría Xènia si pudiera cogerlo entre las manos?
Actividad con inscripción previa.